MAÑANA
He
despertado en un quinto piso de la calle Hilarión Eslava,
por
supuesto, no estabas tú, ¿cómo podía esperar tanta dicha?.
No
estabas tú en el baño, con esa molesta luz,
no
estabas tú haciendo el zumo mientras retumba el telediario,
no
estabas tú cubriéndome a besos, perdiendo tus manos entre la seda,
no
gritabas llamando a mamá
ni
estaba yo, cubriendo mi futuro con la almohada.
¿Qué
se puede hacer?
Ahí
reposan la Biblia y los libros de India,
¿recuerdas
cuando los leía con la ilusión y la esperanza?.
Ducho
el cuerpo, lo visto y bajo a la calle, es una calle bonita, aunque hayan
llegado ya los transportistas.
Camino
un poco, luego otro rato y al final, un buen tramo, con paso rápido. Llego a la
Cafetería Galaxia, a la desaparecida, entro y pido un café. La primera vez que
quedamos, te conté que allí hubo una trama, yo te impresionaba y tú reías.
Salgo
de la cafetería. Miro el Arco del Triunfo,
¿recuerdas
cuando viajamos a Roma?
¿no,
verdad?
Nunca
llegamos a ir a Roma.
Bajando
por el parque, mi amigo paseaba y yo le hablaba.
Mirábamos
el Guadarrama a lo lejos, como los poetas
que
llevábamos en el corazón.
Yo me
preguntaba si tú te aburrías de tanto hablarte.
Todavía
no lo sé y ya han pasado varios y varios años.
Se
supone que si las personas siguen quedando y siguen hablando es que están
interesados
¿no?
Porque
hay personas, tíos, amigos, hermanos que desaparecen de nuestra vida y eso es
que no están interesados
¿no?
No es
que no puedan, que no quieran, que no sepan, que no estén a la altura del amor o
de las emociones o de todas esas cosas,
es que
simplemente, no están interesados.
Aquellos
tiempos eran bonitos: cuando fuimos a la Rosaleda, locos de juventud y bajamos
del coche a oler rosas,
esto
es inconcebible en la actualidad, parar el coche a oler rosas,
debe
haber algo pecaminoso o siniestro o aciago o raro o políticamente incorrecto
porque hoy en día la gente desconfía de los poetas y de los sensibles y de los
músicos y muy especialmente porque son los más peligrosos, de los místicos
y
nosotros allí olíamos rosas, nuestras primeras rosas de la vida, tras haber ido
a comer, para luego volver al coche con el único objetivo de seguir devorando
la ciudad porque eso hacíamos entonces, devorar la ciudad.
No
hablemos de lo que pasa ahora.
Y no
hablemos porque yo al menos soy un privilegiado, soy de los pocos que hoy en
día tiene un Espíritu al que aferrarse como un can a su único hueso.
¡Qué
tiempos cuando enfrente del Arco del que hablé antes nos topamos con el grupo
de chicas!, y sonreímos y bromeamos y no hubo más.
Fue
tan bello…¿por qué la suciedad siempre espera más?.
Me
detengo en una librería, allí siguen las ideas y la imagen de tú, mi amiga, que
compraste para mí el famoso
Adiós
a la culpa
¿que
por qué tenía culpa?, ¿que si tenía culpa?
Eso ya
se pasó. Pero al pasar por aquí, recuerdo tu silencio, recuerdo tu ayuda, las
montañas nevadas, los ríos que corretean por el Guadarrama
y veo
que vas dentro de mí.
Más o
menos a las doce horas tomo un vino. Y lo tiro, nunca tomé vino y nunca me ha
gustado
¿por
qué lo tomo ahora?
La
inconsciencia de aferrarse,
¿sigo
pensando que el sabor de un trago de licor me va a devolver instantáneamente a
mi familia?
TARDE
En la
tarde, solíamos navegar.
Nos
gustaba recorrer como bohemios las cafeterías y tomar té,
quizá
porque nos recordaba a China.
Al
final yo sí que fui a China, ¿te lo dije?
Sí, me
casé y fuimos a China.
Callo
y tomo el maldito brebaje.
A ese
restaurante fui con mi mujer porque un día estuve con ese amigo.
Me
encantaba eso de los dragones y los peces de colores.
Me
encantaba desde la terraza de Rosales, ver el Templo de Debod, ver el parque,
la carretera que estiraba el momento desde aquí a la felicidad, los coches que,
pequeños, la recorrían, hasta llegar a las montañas, a los pueblos entrañables
sin saber por qué , sin motivo,
como
cuando lloré al ver una ópera china.
Todo
para mí me recordaba algo entrañable, algo seductor, Egipto, las montañas, la
tarde, el mar de la China, algo que sigo sin entender.
Subíamos
Ferraz y parábamos en el bar donde se hablaba todo secretamente, allí me
presentaste a días de futuro, vino tu novia, y yo por primera vez en la vida
me
sentía acompañado. Un joven que ya no está solo.
NOCHE
La
noche siempre era la de las miradas fijamente, ¿qué pensarías?, volábamos con
el coche a patinar sobre el lago, a bailar en una boda africana, a abrazarnos
en un portal de Moncloa, recorríamos la Dehesa de la Villa, hablando y
hablando, ¡por fin sentía escuchada toda mi sensibilidad!, y parecía que te
gustaba porque callabas…y andabas…callabas y andabas…allí nací al amor
doblemente, en la madrugaba me abrazabas y sonreías, sin embargo yo no te
sentía, ¿yo?, ¿tú?, ¿de quién era la culpa si es que había alguna?.
La
noche más feliz fue en la que te llevé a cenar. Siempre había soñado con llevar
al Faro a una chica rubia, de melena lisa, larga, sonriente, de ojos profundos
que le gustara mi compañía. Menuda decepción cuando en el Faro desde el que se
veía toda la Ciudad Universitaria y la adorada sierra, no se daban cenas, tan
sólo gemía, fría y rupturista, una máquina de Coca-colas. No lo superé como
nunca superé que nunca llegaras. Que nunca vinieras, que te quedaras en eso, en
eso, en una quimera.
Parece
que nunca has sido feliz, me dice el camarero y me lo dice con sorna o quizá
con desprecio, él que madruga y trabaja tanto mientras que yo sólo hablo de los
que se han ido, de los momentos, de las personas.
Sí,
eso parece, respondo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario