viernes, 14 de mayo de 2021

CORRECCIÓN DE ESTILO

 


La mayoría de los (escasos) desencuentros que he tenido con mis clientes nacieron del concepto distorsionado que a veces se tiene de lo que es un corrector de textos, en parte porque esta profesión, aunque esté en alza, sigue siendo bastante desconocida, y algunos autores nos confunden con un factótum que ha de atender todos los aspectos de su obra (claro está, a precio de corrector).

Como sigue habiendo bastantes dudas sobre qué es un corrector (y, más aún, sobre qué no lo es), he decidido no retrasar más la escritura de este artículo, que rondaba mi mente desde hace tiempo. Y lo hago ahora porque hace un par de días, sin ir más lejos, me preguntaba un posible cliente por correo electrónico si “la corrección del libro la haremos los dos juntos, usted corrigiendo y yo dando o aclarando ideas, o si solo usted se hará cargo de ella”).

Al leer este email, las alarmas de cualquier corrector con cierta experiencia se activan. ¿Por qué iba a necesitar el corrector la ayuda del autor para hacer la corrección? Es obvio que en asuntos puntuales deberá consultar al autor: ¿Quiere que deje los pronombres demostrativos con tilde?, ¿seguimos los consejos de la RAE y le quitamos la tilde al adverbio “solo”?, ¿qué quiso decir en esta frase…? Este término solo se usa en determinados países latinoamericanos: ¿quiere que lo dejemos o buscamos una alternativa?, etc.       


Este tipo de consultas al autor no solo son convenientes, sino también necesarias. Sería una pérdida de tiempo, por ejemplo, eliminar la tilde en el adverbio “solo” si al autor le gusta ponérsela. (En muchos casos, no será tan importante ponérsela o quitársela, sino unificar criterios, pues ciertos autores la escriben con tilde y sin ella, indiscriminadamente).

En fin, dentro de un orden, será el propio corrector quien sienta la necesidad de que el autor marque algunas líneas que seguir. 


¡Ahora bien, el corrector trabaja solo! No necesita al autor para corregir un texto, de igual manera que el autor no necesita al corrector cuando escribe una novela (lo necesitará después, pero no en el momento de la creación). Aclaremos: el corrector de estilo no interviene en la creación de la obra de sus clientes, ni antes, ni durante ni después. Diré más: la mayoría de los correctores que conozco no son creadores, se limitan, que no es poco, a corregir los libros de los demás.

El corrector se encargará de eliminar faltas de ortografía, redundancias, errores ortotipográficos; mejorar la puntuación; señalar posibles incoherencias conceptuales; cambiar formas verbales inadecuadas; reformular alguna frase para que se entienda mejor; distinguir entre palabras con grafía muy parecida pero con distintos significados, etc. (Hablo aquí de una corrección de estilo; si se trata de una corrección ortotipográfica, que es más básica, el listado de obligaciones se reduce).

Todo eso hará un corrector, pero si es un profesional bien preparado, no necesitará hacerlo en colaboración con el autor. Lo hará por sí solo, pues esa es su tarea y no otra.

¿Y qué es lo que demanda el autor cuando quiere mayor colaboración?

Después de tanta experiencia, creo estar en disposición de responder a esta pregunta: lo que ciertos autores buscan es que el corrector haga tareas que no son de su ámbito. Es posible que el corrector necesitado de encargos o con poca experiencia en este sector se muestre excesivamente predispuesto a atender las necesidades del autor y se comprometa a hacer más de lo que debería (aunque luego no sea capaz de realizar lo prometido o que lo haga de manera deficiente).

El autor debe comprender que el sector editorial es complejo, y que para cada tarea hay un especialista. No tiene sentido pedirle al corrector que se encargue de la maquetación, que le haga comentarios sesudos sobre la novela ni que le dé consejos sobre cómo mejorarla. Estas no son tareas propias del corrector, como tampoco lo son analizar el papel de los personajes ni redactar una propuesta de edición.  

El corrector se limita a corregir (en principio)

Para evitar conflictos, prefiero mostrarme realista desde el primer momento y explicar algo obvio: el corrector se limita a corregir. Que yo sea escritor y haya impartido numerosos talleres literarios podría ser un extra a la hora de “interpretar” una obra literaria, pero cuando corrijo hago, en esencia, lo mismo que cualquier corrector: corregir. Solo eso: corregir.

Un corrector ni siquiera está obligado a enmendar datos erróneos, a no ser que en el presupuesto se haya tarifado también esa tarea. Es decir, si el autor escribe que “John Fitzgerald Kennedy murió a consecuencia de una picadura de avispa”, el corrector no estará obligado a explicarle al autor que Kennedy no lo mató una avispa, sino que fue asesinado en Dallas (por quién, no está tan claro. He leído hasta siete hipótesis diferentes. Pero esa es otra historia…). Yo tendría que asegurarme de que están bien escritos el nombre y los apellidos del presidente, que “murió” lleve la tilde o que “avispa” esté escrita con –v, no con –b.

En fin. En mi caso, alertaría al autor de que el dato que aporta sobre la muerte de Kennedy es incorrecto, pero lo haría por voluntad propia, no porque fuera mi obligación como corrector. (A no ser, insisto, que la verificación de datos estuviera tarifada en el presupuesto).

Completaré esta explicación con un ejemplo muy gráfico: Un corrector de estilo se parece mucho más al profesor severo que corrige un examen, bolígrafo rojo en mano, que al colega que te chiva las respuestas a través de un pinganillo.

Contratar los servicios de un corrector no puede ser una excusa para que el autor se libere de sus obligaciones creativas. El primero es tan solo un apoyo del segundo en asuntos lingüísticos.

¿Y es posible que un corrector de estilo haga todas las tareas que le demandan ciertos autores? Sí, claro: una persona con conocimientos varios podría ser al mismo tiempo corrector, maquetador, asesor literario, etcétera. Pero cuando le pida al autor 2500 euros en vez de 500 (es un decir), igual el primero le espeta: “¡Santo Dios, limítese usted a corregir!”.

Estas cosas, digo, conviene saberlas desde el principio, por eso de que “Más vale prevenir que curar”.


Extraído del blog Corrección y estilo

No hay comentarios:

Publicar un comentario