Arturo Pérez-Reverte siempre había rehuido el tema de la Guerra Civil española salvo como telón de fondo de algunos de sus libros. Pero la desaparición de los testigos y la manipulación política de los hechos desde “el desconocimiento y la ignorancia” le ha llevado a escribir una novela de 680 páginas centrada en diez días de la Batalla del Ebro, saldada con 20000 muertos de ambos bandos. Es Línea de fuego (Alfaguara), presentada este martes en un hotel de Madrid y por videoconferencia.
“Yo conocía lógicamente a los que hicieron la guerra civil: mi padre, mi abuelo, mis tíos... Estuvieron en uno y otro bando. Si les preguntabas callaban, luego supe que porque no querían contaminarnos del odio que vivieron. Pero esta gente ya ha muerto y entonces ahora sólo queda el discurso ideológico, que está siendo utilizado de manera muy clara”, arrancó el ex corresponsal de guerra y novelista que bate todo los récords de lectura.
No es que las heridas sigan abiertas, es que estos irresponsables las han abierto con su discurso simple y maniqueo”
Pérez-Reverte no se cortó un pelo al hablar de esa manipulación política de la confrontación de 1936-39. “No es que las heridas de la guerra sigan abiertas”, dijo en respuesta a la pregunta de un periodista. Y recordó cómo Manuel Fraga, Santiago Carrillo y otros políticos de la transición se esforzaron por cerrar las cicatrices de aquel enfrentamiento entre “gente del mismo pueblo y la misma familia, entre chavales que a veces habían tenido la misma novia, o novio”.
Pero los dirigentes actuales “han reabierto esas heridas” para obtener réditos políticos, añadió. Y lo han hecho y siguen haciendo “con ignorancia y de manera irresponsable y miserable” a través de discursos “maniqueos y en blanco y negro” que les resulta muy fácil “vender” a jóvenes en general poco instruidos al respecto de la “muy compleja realidad” de esa guerra. Una confrontación en la que “los chicos de 15 años de Falange gritaban igual, pasaban la misma sed, tenían el mismo miedo y resbalaban en el suelo ensangrentado” del mismo modo que lo hacían “los jóvenes comunistas o anarquistas”. Y morían igual.
Los chicos de 15 años de Falange gritaban igual, pasaban la misma sed, tenían el mismo miedo y resbalaban en el suelo ensangrentado del mismo modo que los chavales anarquistas de su edad”
“No se vio morir gente por una bandera o por salvar España, sino por un poco de agua, un trozo de pan o por vengar a un amigo”, añadió el autor de la serie del capitán Alatriste y últimamente de Sidi o la Trilogía de Falcó. Y citó un pasaje de la novela en la uno de los personajes dice a otro del bando contrario: “Por lo menos en mi bando morimos por una causa noble”. Y el otro le replica: “No hay nada noble en morir”.
Disfruto de un retorcido placer al pensar que la novela no gustará a ciertos políticos”
El también académico de la RAE aseguró que se siente “feliz” en la convicción de que su libro no gustará a determinados sectores de la política, en especial los de extrema izquierda y extrema derecha: “Disfruto de un retorcido placer al pensar que la novela no gustará a estos irresponsables”.
Línea de fuego es cruda y realista a más no poder. Tanto los personajes como el lugar elegido, Castellets del Segre, son ficticios, pero de lo que se trataba era de “acercar el zoom” a unos combatientes creíbles para que el lector viviera con ellos las angustias de la guerra. “Una guerra muy nuestra y que no se parece a ninguna otra”. Un conflicto armado “que a veces enternece” y provoca una enorme pena al pensar cómo “todo el coraje y el ingenio” mostrado por los soldados de uno y otro frente “se quemaron para beneficiar a unos pocos”.
Las mujeres fueron las grandes paganas de la guerra, pues en solo tres años perdieron todo un siglo de avances y modernidad”
Porque la Guerra Civil “no la ganó nadie más que Franco y la gente de su entorno”, así como “los nazis”, mientras que “todos nuestros padres y abuelos –los que la hicieron y sufrieron– la perdieron”, agregó el escritor.
Entre esos perdedores Pérez-Reverte sitúa en cabeza a las mujeres. Pues “en solo tres años ellas perdieron todo un siglo de avances y modernidad para convertirse de nuevo en confesoras de maridos y bienpensantes”, afirmó.
Extraído del periódico La Vanguardia
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