En nuestra labor de correctores de texto, en muchas ocasiones, al hablar con compañeros y clientes, tenemos que hacer una pequeña distinción entre estos tres conceptos: erratas, faltas de ortografía, y errores. Por supuesto, los tres entrarían dentro del concepto más amplio de “error”, pero no se producen por las mismas causas y, por supuesto, no tienen la misma repercusión.
Una errata, efectivamente, es un error; pero se produce de manera involuntaria. La RAE lo define como “error material”, y en la mayoría de ocasiones se produce por teclear un texto demasiado rápido. Un dedo va donde no debe o no se posa con suficiente fuerza en el teclado y sucede la catástrofe: la palabra queda adornada con una letra o símbolo que no le corresponde, o terriblemente mutilada.
Al acto de corregir erratas o errores tipográficos, en el ámbito de los correctores de textos, se le denomina “limpiar”, ya que se trata de errores sin demasiada importancia.
Las faltas de ortografía, como su propio nombre indica, se trata de errores de carácter ortográfico; y se dan cuando no se respetan las normas de ortografía establecidas por la Real Academia Española. Las más habituales son las relacionadas con la acentuación, la puntuación, el uso de la h, o la confusión entre b y v o las letras g y j. Este tipo de errores, además de mostrar un claro descuido, denotan desconocimiento y poca profesionalidad, por lo que hay que evitarlos a toda costa, especialmente en textos publicitarios, textos académicos o textos literarios, que tendrán una gran difusión.
Por último, dentro de la concepción de error como tal, estarían, por un lado, los errores de contenido (informaciones o datos incorrectos o falsos); y, por otro, los errores gramaticales, sintácticos o léxico-semánticos. Estos errores, en muchos casos, llevan a la ambigüedad o la incomprensión del mensaje.
Tener en cuenta todos estos aspectos no es sencillo para un corrector de textos. Cuando este se enfrenta al proceso de corregir una novela, corregir una tesis o cualquier otro tipo de producción, debe tener en cuenta todas las modalidades de error, y dejar el texto limpio y presentable. No es una tarea fácil, pero… ¿quién dijo que lo sería?
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